domingo, 16 de junio de 2013

"Dice que no la amo de verdad. Que digo que la quiero, que creo que la quiero, pero que no. He oído a más de uno decir que no quiere a alguien, ¿pero decidir por otro si ese otro lo ama o no? Con eso todavía no me había encontrado nunca. Aunque francamente, me lo tengo merecido, porque quien con niños se acuesta… Hace ya medio año que me hincha la cabeza con ello, metiéndose los dedos en el coño después de cada polvo para comprobar si es verdad que me he corrido, y yo, en vez de decirle algo gordo, me limito a comentarle:
–No pasa nada, chata, todos nos sentimos un poco inseguros.
Ahora resulta que quiere que cortemos, porque ha decidido que no la quiero. ¿Y yo qué le digo? Si me pusiera a gritarle que es una tonta y que deje de calentarme la cabeza, se lo tomaría como una prueba más.
–Haz algo que me demuestre que me quieres –me dice.
¿Qué querrá que haga? ¿Qué podría hacer yo? Si por lo menos me lo dijera. Pero ella nada, que no. Porque cree que, si la quiero de verdad, tengo que saberlo yo solo. A lo que sí está dispuesta es a darme una pista o a decirme lo que no tengo que hacer. Una de esas dos cosas, a elegir. Así que le he dicho que diga lo que no quiere, así por lo menos sabremos algo. Porque lo que es de sus pistas seguro que no voy a sacar nada en claro."

De "El día que me leas"

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